La vinculación de Galicia con el mejillón es un hecho del que se tienen noticias ya en el siglo VIII a.C. Las primeras poblaciones celtas en Galicia aprovechaban la bajada del mar para hacerse con un rico menú de mariscos, como lo demuestran las grandes cantidades de conchas de mejillón y otros moluscos encontrados en el exterior de sus aldeas fortificadas o castros.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) considera las Rías Gallegas como uno de los más importantes depósitos de fitoplancton del planeta. Sus especiales condiciones, las cálidas temperaturas de sus aguas y la elevada producción primaria, hacen de ellas un paraje inmejorable para el desarrollo de los mariscos.

El Mejillón de Galicia alcanza en nuestras costas su talla comercial (70-95 mm) en unos 17 meses, frente a lo que ocurre en otros países productores, donde el período de cultivo es mucho más dilatado (en el resto de Europa el mejillón necesita de 2 a 6 veces más tiempo para llegar a este tamaño).

Las bateas

El Mejillón de Galicia procede de las bateas fondeadas en los polígonos de cultivo situados en el interior das rías de Vigo, Pontevedra, Arousa, Muros-Noia y Ares-Betanzo

En 1945 se fondea en la ría de Arousa la primera batea. En 1949 se inician los fondeos en la ría de Vigo; en 1954 se extiende a las localidades de Cambados, O Grove, Bueu, Redondela y Puebla del Caramiñal; un año más tarde se instalan bateas en la ría de Sada y finalmente en 1956 en la de Muros.

Hoy existen más de 3.300 bateas dedicadas al cultivo de mejillón fondeadas en las aguas de las Rías Gallegas que hacen de Galicia una potencia acuícola a nivel mundial.